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¿Por qué afirmamos que el liderazgo es un apostolado? Porque es una misión que el líder debe cumplir. Debe “transmitir” su vida en los otros. Esa es su misión. Debe saber llegar a sus seguidores, animarlos e incentivarlos a continuar adelante a pesar de los problemas y adversidades que encuentren en el camino. En tiempos modernos de constantes cambios que son cada vez más rápidos, cumplir la misión es difícil, pero no imposible de lograrlo. Escribía el poeta español Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Efectivamente, al principio todo es nuevo. Se debe hacer camino para que los otros, aquellos que siguen al líder, encuentren el correcto sendero y transiten por ahí. Y hacer camino donde no hay ninguno es una titánica tarea.
Cumplir la misión tampoco es fácil. Muchas veces el camino está lleno de piedras que son los obstáculos que encontramos en la vida, sea del grupo que están dirigiendo o de fuentes foráneas. Cuando los problemas vienen de fuentes ajenas al objetivo planteado, se pueden minimizar, pero si el problema “está en casa” es más complejo. En algunos casos, el grupo se divide poniendo en riesgo el logro de los objetivos.
Y escribiendo acerca de las piedras, cualquiera puede tropezar con una de ellas, pero hacerlo con la misma piedra es no haber aprendido lección alguna. Si se tiene que tropezar, todos tienen aún el derecho de tropezar, pero con otra piedra, no con la misma.
Por esa razón, ante cualquier tipo de riesgo, el líder debe poner las cosas en orden y en “su sitio”.
Para cumplir la misión, el líder debe saber con seguridad cuál es la meta y hacia dónde se llegará. Cuando la visión se logra posicionar en la mente de los colaboradores, es más fácil alcanzar las metas propuestas. El líder debe conocer a su equipo y saber también cuáles son sus debilidades y fortalezas.
Pero el líder no debe ser “todista”, es decir, hacer de todo y no confiar en nadie. Existen jefes o personas que están en autoridad que no confían en sus seguidores porque creen que no harán las cosas como ellos lo hacen. No siempre el modelo del jefe es el más eficiente. Escuche a los subordinados y tal vez encuentre mejores ideas que las suyas. Interactúe con los colaboradores, ellos conocen el negocio y están en “la cancha”. Ellos pueden elaborar soluciones que usted nunca pensó. Si eso ocurriese, dele el crédito al colaborador, no haga pasar la iniciativa como suya. Eso no es ético.
Aún recuerdo a un jefe que tuve en una entidad pública que era el gerente de Comunicaciones. De profesión abogado, pero no tenía ni la menor idea de cómo hacer un informe, menos redactar una nota de prensa para los medios de comunicación. Bueno, yo era el jefe de Prensa y redactaba las informaciones, pero este gerente las llevaba al gerente general, borraba mi nombre y colocaba el suyo. Hacía pasar mi trabajo como suyo. Siempre habrá gente mediocre en todas las organizaciones. Si usted no sabe, aprenda o júntese con un experto o especialista que le enseñe.
CUMPLIR LA MISIÓN

Cumplir la misión también demanda sacrificios. El sacrificio es más que esfuerzo. El sacrificio demanda gastar nuestra vida en favor de los otros. Hay que enseñar, corregir, educar, guiar, aconsejar, etc. Parafraseando un versículo bíblico hay que enseñar, redargüir (confrontar), corregir e instruir para que el líder y sus seguidores estén preparados para toda buena obra y puedan asumir riesgos en la organización, evitando posibles siniestros.
Admiro a mi esposa cuando se dedica a la consejería. Se levanta temprano, estudia sus notas, busca información, pregunta, analiza y se queda conversando con las mujeres a quienes tiene a su cargo. Entrega parte de su tiempo y vida a esas personas a quienes ayuda. Ella desarrolla el liderazgo como apostolado. Eso es su misión. Obviamente, dentro de sus posibilidades y tiempo. En algunas ocasiones, la cosa no termina ahí, cuando vamos a descansar o en el tiempo de la cena, me comparte los problemas para encontrar soluciones juntos, y muchas veces, el tiempo de la charla es sobre un tema en particular.
En los tiempos bíblicos, los apóstoles tenían como misión compartir las buenas nuevas (evangelio) con la gente de los pueblos donde llegaban. Dedicaban su tiempo, recursos y vida para la obra que hacían, por eso se llama “apostolado”. Traducido al tiempo moderno, en las organizaciones se debe practicar el liderazgo como un apostolado. Cumplir la misión es la tarea. Ya hemos dicho y escrito en anteriores oportunidades que el liderazgo no es jefatura, ni posición social o estatus, y menos jerarquía.
Hay que vivir ese apostolado y para ello se requiere tener la convicción que así será. Nadie puede vivir o experimentar algo que nunca sucedió. El liderazgo demanda entrega total, tener bien en claro cuáles son los objetivos y cuál es la meta. Como escribimos líneas arriba, no es fácil, pero tampoco imposible de lograrlo.
Un líder debe saber transmitir una mística o estilo de vida, y estar preparado para algunas contingencias. Nunca bajar la guardia y seguir adelante. Recuerden la frase del poeta español: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
El apostolado también supone servicio y éste es desinteresado. Estar al servicio de los demás es la clave. Generalmente nadie quiere estar al servicio de los demás, por el contrario, buscan que se les sirva. En el auténtico liderazgo, el servicio es fundamental. El líder está al servicio del grupo que debe ver en él, un derrotero para continuar adelante.
He visto “líderes” que siempre buscan ser los primeros, quieren ser servidos, se creen “todistas” (el que hace de todo) y luego se quejan: “Ellos sin mí no son nada. Todo lo tengo que hacer yo”. Se creen “sabelotodo”, no dan oportunidad a sus seguidores y asumen todo el control. No saben compartir las responsabilidades. Todo lo quieren hacer ellos. Son los jefes y el resto los subordinados que deben obedecer como ovejas lo que dice el “líder”. Eso no es liderazgo, pero si quizá, caudillismo o totalitarismo.
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CESAR SANCHEZ MARTÍNEZ (Lima 1957) es escritor y periodista colegiado, especializado en Economía. Se formó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Universidad ESAN. Ha realizado estudios de especialización en Buenos Aires y Montevideo. Tiene escrito más mil artículos en diversas publicaciones de América Latina, Estados Unidos y España. Como coach-mentor es conferencista en temas de Liderazgo y es director del diario CERTEZA.
