
Generalmente, las personas que aspiran a convertirse en líderes, tienen que elegir entre lo que es bueno o malo. Obviamente que deciden por lo bueno, Buscan ser buenos padres, mejores jefes, amigos solidarios, personas con visión, pero, sobre todo, con influencia positiva.
Pero con el tiempo, esa persona comienza a cultivar nuevos hábitos, como el saludo, la gratitud, la solidaridad, el amor y la confianza; a tal punto, que se presenta un nuevo y mayor desafío que es elegir entre lo bueno y lo mejor. Y claro, se opta por lo mejor.
Entonces, la persona empieza a mejorar en todos los aspectos de la vida. Es prudente y sabio; sabe callar o hablar en los momentos oportunos. La sabiduría en su emblema de vida.
No obstante, los retos siguen en la vida. Ahora se debe elegir entre “lo mejor” y la excelencia. Quienes alcanzan esa posición de excelencia que cualquiera no lo tiene, sino que se alcanza mediante un proceso de “selección”, entrenamiento, disciplina y amor hacia los demás, están listas para asumir un liderazgo en la vida. Su vida será un ejemplo para imitar y tendrá verdaderos seguidores.
Un lobo puede tener muchas ovejas que lo siguen, pero serán siempre ovejas. Algunos políticos o gurúes de la administración moderna tienen muchos borregos que lo siguen, pero son sólo borregos.

Un líder anima y ayuda a sus seguidores. Nunca se aprovecha de ellos, ni busca servicios personales y egoístas. Un líder no es soberbio ni vanaglorioso, es humilde y con sencillez sirve a sus seguidores. Inspira confianza y, por lo tanto, trasciende.
Deja huellas para que otros lo sigan y jamás teme que sus seguidores ocupen su lugar. No tiene temor que haya “mucha sombra”, simplemente porque la brillantez de su luz disipa la oscuridad. Hasta en algunos casos, mengua para que otros crezcan.
Sin embargo, no debemos confundirnos. La excelencia en el liderazgo no es resultado de estudios académicos, experiencia o puestos de relevancia. Conozco a muchos patanes o soberbios que tienen un alto cargo en las organizaciones. El tener un cargo no hace a la persona, un líder. Muchas veces, el líder está entre los subordinados.
Por eso, siempre decimos que el liderazgo construye. Deben notarse las edificaciones en las vidas de sus seguidores. Las mejores personas se forjan con sacrificios, esfuerzos y hasta con lágrimas. Una construcción se hace con un propósito y para albergar a alguien o a algo. Cada acción del líder debe marcar un hito en la vida de sus seguidores. Si realmente no hay propósitos en la vida, mejor está que se dediquen a otros menesteres.
También la dureza y vitalidad de la construcción dependerá del material que se utilice. Para trascender hay que cultivar en la vida de los seguidores, caso contrario, se ha perdido el tiempo por ambas partes. Si está dispuesto a convertirse en líder, sería bueno que evalúe su costo. Hay un buen precio por pagar, pero la rentabilidad social, será grande.
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CESAR SANCHEZ MARTÍNEZ (Lima 1957). El autor es escritor y periodista colegiado, especializado en Economía. Se formó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Universidad ESAN. Ha realizado estudios de especialización en Buenos Aires y Montevideo. Tiene escrito más mil artículos en diversas publicaciones de América Latina, Estados Unidos y España. Como coach-mentor es conferencista en temas de Liderazgo Emprendedor y es director del diario CERTEZA (www.diariocerteza.com) y del blog del mismo nombre que tiene más de 548,000 visitas. También dirige el blog periodístico evangélico SCRITURA que registra más de 13,900 visitas.