
Por Juan Eduardo Gil Mora / CUSCO
La Asamblea General de las Naciones Unidas dispuso que sus estados miembros desarrollen actividades para frenar la desertificación y la sequía que afectan a grandes extensiones territoriales en muchos países; en ese sentido la ONU acordó que el 17 de junio de cada año, se denomine como el «Día mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía»; este importante acuerdo lo tomó mediante resolución A/RES/49/115, aprobada aún en diciembre de 1994. Para este año 2025, el tema del Día de la Lucha contra Desertificación y la Sequía es: “Unidos por la tierra: Nuestro legado y nuestro futuro” y pone de relieve el futuro de la custodia de la tierra, que constituye el recurso más preciado que garantiza la estabilidad y la prosperidad de millones de personas en todo el mundo.
La sequía, según la FAO, constituye uno de los desastres naturales más complejos no sólo porque impacta a más personas en el mundo, sino porque en muchos países, la sequía genera escasez de agua e induce a que las comunidades tengan menor acceso a este recurso, lo que afecta su bienestar y desarrollo, disminuye la capacidad de producir alimentos para la población, decremento de alimentos y pasturas para el ganado; además, la escasez de agua pone en alto riesgo la salud.
La sequía, como ocurre en el Perú, representa una anomalía del clima, que se genera cuando los niveles del agua están muy por debajo de lo que corresponde en una determinada área geográfica, afectando considerablemente a las especies que se desarrollan en dichas áreas. La principal causa radica en la ausencia de precipitaciones. A este respecto, SENAMHI (2019) menciona que existen cuatro categorías principales de sequía:
1. Sequía meteorológica: es un periodo de retraso de las precipitaciones de una región, ocasionando un déficit en los valores promedios. Su análisis incluye factores como la duración, severidad e intensidad.
2. Sequía agrícola: ocurre cuando la humedad del suelo disminuye hasta el punto de ocasionar pérdida de cultivos.
3. Sequía hidrológica: vinculada con la falta del recurso hídrico superficial y subsuperficial que dificulta la gestión del agua; su verificación, está referida a la evaluación del nivel de escorrentía superficial mensual.
4. Sequía socioeconómica: producida por la imposibilidad de una buena gestión del sistema hídrico por la falta de agua por cuestiones climáticas.
En la Región Cusco se observa la sequía meteorológica, agrícola e hidrológica como la ocurrida el 2018 (Gil, 2018), debido a una inusitada carencia de precipitación pluvial, alta evapotranspiración, un elevado nivel de radiación solar con alta incidencia de radiación ultravioleta.

La Convención internacional de Lucha contra la desertificación de los países afectados por sequía grave o desertificación, en particular en África-CNULDS (1994), define a la sequía como “el fenómeno que se produce naturalmente cuando las lluvias han sido considerablemente inferiores a los niveles normales registrados, causando un agudo desequilibrio hídrico que perjudica los sistemas de producción de recursos de tierras«. Asimismo, la CNULDS (2013), explicó que «Las sequías se caracterizan por una deficiencia de precipitación que redunda en una escasez de agua y, al igual que la degradación de la tierra, son un fenómeno mundial presente también en regiones húmedas«(citado por WMO, 2005). En realidad, la sequía se halla tipificada como una de las mayores amenazas para el desarrollo sostenible, especialmente en los países en desarrollo, como es el caso peruano.
De otro lado, la desertificación es el resultado de una permanente degradación de los suelos, ocasionada por la constante desforestación de bosques, salinización del suelo, falta de agua y una sobreexplotación de los acuíferos, producida por las distintas actividades económicas que lleva a cabo el hombre. El lnstituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE, 2010) señala que las causas directas e indirectas de la desertificación son:
A. Causas directas:
- La presión humana debido a:
- El sobrepastoreo, para la alimentación de ganado.
- La deforestación, por la extracción de madera y leña y, la agricultura migratoria.
- El manejo agrícola inadecuado (sobreexplotación de acuíferos)
- La industrialización, urbanización y la construcción de infraestructuras.
B. Causas indirectas:
- La presión demográfica, debido a que el aumento de la población incrementa la demanda de alimentos.
- La pobreza y la Inequidad en la distribución de recursos, que pueden provocar sobreexplotación de recursos aún accesibles, como el suelo.
- La indefinición de la tenencia del suelo, que genera sobreexplotación intensiva para obtener el mayor beneficio posible a corto plazo.
Según la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992, la desertificación, junto al cambio climático y la pérdida de biodiversidad, son los mayores desafíos para el desarrollo sostenible. Dos años después, la Asamblea General estableció la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), un acuerdo internacional jurídicamente vinculante que relaciona el ambiente y el desarrollo con la gestión sostenible de suelos.
El Centro peruano de estudios sociales-CEPES (2015), indicó que las principales causas de la desertificación en el Perú son:
a. En la Costa: salinización del suelo, erosión hídrica, erosión eólica y contaminación del suelo por relaves mineros.
b. En la Sierra: erosión hídrica, erosión eólica, compactación por sobrepastoreo y contaminación.
c. En la Selva: erosión hídrica.

Como puede evidenciarse, el común denominador para el proceso de desertificación es la erosión, generada por la pérdida de cobertura vegetal; es pertinente considerar que la tasa de deforestación en el país tiene un promedio de 150,000 ha/año; por lo tanto, la ausencia de vegetación genera erosión. Sin embargo, en el Perú, además de las causas mencionadas por el CEPES, se deben de considerar como causas importantes la tala ilegal, la minería ilegal, los cultivos ilegales y el narcotráfico que generan deforestación y dejan pasivos ambientales de alto costo.
Como consecuencia de los fenómenos anotados, se genera la degradación de los suelos, debido a las continuas actividades humanas que cada día se llevan a cabo para diferentes fines y que lamentablemente han dañado grandes áreas geográficas, lo cual ha provocado erosión, salinización, agotamiento de los acuíferos y pérdida de nutrientes de los suelos. En la actualidad, esto representa un grave problema para la economía y el desarrollo de los pueblos, sobre todo, en países donde la siembra y la producción agrícola representan una de las principales fuentes de ingreso, que permite que las personas de escasos recursos puedan llevar el sustento a sus hogares. Es el caso del Perú.
El secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), Ibrahim Thiaw (2022), especifica lo siguiente: “La degradación de tierras y la sequía afectan gravemente la economía, estabilidad, producción de alimentos, acceso al agua y calidad de vida. Además, intensifican el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la pobreza, las migraciones forzadas y los conflictos por el acceso a la tierra fértil y al agua. La restauración de tierras es una oportunidad para revertir estas alarmantes tendencias. Una tierra restaurada es una fuente de infinitas oportunidades. Es hora de aprovecharlas”. Sin duda, ambos fenómenos, desertificación y sequía, alcanzan dimensiones mundiales e inciden en todas las regiones, por lo que es necesario que la comunidad internacional adopte medidas conjuntas para luchar contra la desertificación y mitigar los efectos de la sequía; de lo contrario, la producción de alimentos y la calidad de vida de la población irá disminuyendo constantemente.
La desertificación, la degradación del suelo y la sequía son algunos de los retos ambientales más acuciantes de nuestro tiempo. La ONU señala que, a la fecha, se considera degradada hasta un 40% de la superficie terrestre. Una tierra con buen estado de salud nos proporciona casi el 95% de los alimentos, nos viste y nos da cobijo, nos proporciona trabajo y medios de subsistencia, y nos protege frente a sequías, inundaciones e incendios forestales.
La degradación de la tierra es la reducción o pérdida de la productividad biológica o económica y la complejidad de las tierras agrícolas de secano, las tierras de cultivo de regadío, los pastizales y, los bosques, ocasionada en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, por los sistemas de uso del suelo o por un proceso o una combinación de procesos, resultantes de actividades humanas, tales como:
a. la erosión del suelo causada por el viento o el agua,
b. el deterioro de las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo, y

c. la pérdida permanente de vegetación natural.
La degradación del suelo puede acontecer en cualquier ecosistema, incluso puede suceder en el corto plazo por acciones como la deforestación e incendios forestales, perdiéndose los servicios ecosistémicos. Según IPADE (2010), bajo estas circunstancias, las precipitaciones erosionan el suelo, arrastran los nutrientes, perdiéndose la productividad y capacidad de regulación hídrica.
CASO PERUANO.
De acuerdo con la Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía 2016-2030, a nivel de América del Sur, el Perú se encuentra en tercer lugar en cuanto a extensión de tierras secas, los países que le preceden son Argentina y Brasil (MINAM, 2016); considerando que las tierras secas en Perú entre las zonas hiperáridas, áridas, semiáridas y subhúmedas secas, alcanzan más de 516,000 km2, lo que constituye el 40 % de la superficie del Perú. Asimismo, se indicó que aproximadamente 30 millones de hectáreas están en proceso de desertificación y 3.8 millones de hectáreas están desertificadas, estadísticas preocupantes para un país que es el octavo más rico en recursos hídricos en el mundo.
En Perú, los procesos de desertificación, sequía y degradación de tierras, se han incrementado, repercutiendo negativamente en la productividad agrícola, disponibilidad de recursos hídricos, biodiversidad, aunado al incremento de incendios forestales y pérdida de pastos, afectando el bienestar y generando un estado de calamidad en muchos sectores de la costa y la zona andina.

Entre los factores más importantes que generan la degradación de los suelos, están la deforestación y la actividad agropecuaria, a través de prácticas agrícolas insostenibles, el sobrepastoreo y la quema de vegetación en áreas de dominio rural de altos niveles de pobreza, contribuyendo a la degradación de la tierra (PNUD, 2021). Además, el cambio climático ha intensificado la frecuencia e intensidad de las sequías, afectando gravemente la producción agrícola y la disponibilidad de agua (SENAMHI, 2022).
En el Perú, el 54% del territorio corresponde a bosques húmedos amazónicos, los que son importantes por albergar una gran biodiversidad y generar importantes servicios ecosistémicos; es decir, el Perú cuenta en su territorio más de 73 millones de ha de bosques; de ellos más del 98% se hallan en la amazonía; sin embargo, la incesante deforestación y los incendios forestales dañan y provocan erosión y desertificación, incluso en la amazonía.
De acuerdo al Informe país reportado a la CNULD (2022), se estimó que, al 2019 el país contaba con 108,063 km2 de tierras degradadas; en el caso de Cusco al 2010, se tenía 41,743 km2 de tierras áridas (Huerta & Lavado, 2021 citado en MINAM, 2023b), datos que, si no se toman medidas de restauración de ecosistemas degradados, reforestación, manejo y control de la erosión, se irán incrementando constantemente.
Tomando en consideración que el Perú tiene un porcentaje alto de su población que vive y trabaja en el campo y, las políticas del gobierno son poco efectivas y acaso inoperantes, Yarlequé (2002), sostiene que “es positivo retomar el conocimiento ancestral de los antiguos pobladores andinos; pues la ausencia de lluvias en la zona altoandina peruana, principalmente en el sur y centro del país (Cusco, Puno y Huánuco), viene afectando la economía y la vida de casi 8.5 millones de personas. Los daños son invaluables en el sector agropecuario y se estima una recuperación lenta”. Si agregamos que, en un país como el nuestro, donde alrededor del 30% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y tiene principalmente como fuente de subsistencia a la ganadería y la agricultura, la destrucción de los cultivos prolonga el ciclo de pobreza de las familias más vulnerables; frente a la insuficiente infraestructura como la falta de reservorios, sistemas de riego y tecnología para el uso del agua, Yarlequé destaca la importancia de estas iniciativas y, señala que “retornar al uso de tecnologías como las ‘qochas’, que son reservorios diseñados por los mismos campesinos para juntar agua y utilizarlo para el riego es sumamente importante”; sin duda son valiosos estos esfuerzos, es urgente que se llegue a un nivel de organización que involucre al gobierno nacional, los gobiernos regionales, los gobiernos locales y las comunidades expuestas; cabe destacar que algunos proyectos especiales en el Gobierno Regional del Cusco (Plan MERIS-Inca y el IMA) vienen efectuando estas prácticas y es menester que se masifiquen.
COMPETENCIAS Y RESPONSABILIDADES.
Como se analizó, la degradación de los ecosistemas y tierras forestales afecta seriamente los servicios ecosistémicos como la provisión y regulación hídrica, biodiversidad, provisión de productos forestales, mitigación al cambio climático; aspectos que constituyen un problema y a la vez una oportunidad para el desarrollo de iniciativas de restauración de interés nacional. Por esta razón, se requiere la adopción de políticas de estado en los tres niveles de gobierno, que ayuden a neutralizar la degradación de los suelos y donde todas las instituciones involucradas asuman el compromiso para el logro de este objetivo que garantice la protección de ecosistemas y suelos productivos a fin de disminuir la pobreza que afecta al país.
Restaurar los suelos erosionados y con procesos de desertificación no es solo una acción ecológica, sino también una oportunidad para crear empleo, garantizar la seguridad alimentaria y promover el desarrollo sostenible; por lo tanto, los sectores con competencias deben de profundizar y masificar las acciones a fin de cumplir los compromisos internacionales que tiene el país y, sobre todo para recuperar la economía campesina. En realidad, la restauración de suelos sigue siendo un tema importante en la implementación de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), que tiene como objetivo restaurar 1,500 millones de hectáreas de tierras degradadas en todo el mundo y, en este sentido, destaca los beneficios económicos que pueden traer las acciones de restauración, pues, una tierra sana sustenta economías prósperas, puesto que, en el caso del Perú, más del 70% del PBI depende de los recursos naturales.
El MINAM es la entidad responsable de coordinar y monitorear las acciones de la Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía (ENLCDS), a través de la Dirección General de Cambio Climático, Desertificación y Recursos Hídricos (DGCCDRH) y su Coordinación Temática de Gestión de Suelos y Agua. Asimismo, cada gobierno regional es la entidad encargada de coordinar, ejecutar y monitorear las acciones de la ENLCDS en su región. El Objetivo es: «Prevenir y reducir la desertificación, la degradación de la tierra y el impacto de la sequía en el territorio nacional«, considerando un horizonte de planificación de 15 años (2016-2030).

El MINAM, a través de programas presupuestales, identifica y promueve acciones y productos que aseguren los recursos necesarios para impulsar intervenciones orientadas a mitigar el avance de la desertificación en zonas áridas y secas con prácticas sostenibles, tales como el uso de sistemas agroforestales, manejo integrado de cuencas y técnicas de conservación de suelos, fomento de la participación activa de comunidades y actores locales para garantizar el éxito y sostenibilidad de las intervenciones. Importante función y competencia de este sector; no obstante, se requiere una mayor promoción en los otros niveles de gobierno a efecto de cumplir a cabalidad con esta competencia tan importante en un país que tiene el 40% de su territorio en procesos de degradación.
Otro aspecto de interés en el caso del MINAM, es que se cuenta con el Programa Presupuestal N° 144, denominado: “Conservación y uso sostenible de ecosistemas para la provisión de servicios ecosistémicos”, conducido por este Ministerio, cuyo objetivo es lograr la conservación y uso sostenible de los ecosistemas naturales del país proveedores de servicios ecosistémicos; como se sustentó anteriormente, la desertificación está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo. La meta con este programa presupuestal es llegar a tener una recuperación del 7.5% de las tierras desertificadas, degradadas y afectadas por la sequía, con una recuperación anual de por lo menos el 0.5% de las tierras afectadas; por lo tanto, será de interés, por un lado, que el MINAM promocione en los GoRe la aplicación de este importante programa presupuestal y de otro lado, los GoRe y locales busquen el asesoramiento para utilizar esta excepcional oportunidad para controlar la degradación del suelo en sus respectivas jurisdicciones.
Un aspecto fundamental en el caso de los gobiernos regionales y municipales es que estos dos niveles de gobierno en el país deben de utilizar la información sobre el estado de la degradación del suelo y la Valoración Económica de Servicios Ecosistémicos (VESE) y de la degradación del suelo para la planificación regional y local y, para priorizar las inversiones públicas; no obstante, muy poco se observa el empleo de estas dos informaciones en la planificación y asignación de presupuestos en temas tan importantes que están orientados a disminuir la pobreza y recuperar tierras degradadas.
M. Sc. Juan Eduardo Gil Mora
Consultor Ambiental. Registro SENACE N° 436-2019-AGR.
Past Decano del CBP, Consejo Regional XIV
Ex Regidor MPC; Docente EPG: UNSAAC, UAC, UTEA, UNA-P
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